Hoy, 4 de septiembre 2016, el metro de la Ciudad de México cumple 47 años.
El metro llegó tarde a la ciudad. Eran los años sesenta y ya para entonces el Deéfe era un monstruo en gestión. Mi madre me cuenta que desde el día uno, el metro fue incapaz de contener la fuerza de los usuarios: desesperados por llegar a tiempo, o tal vez por la modernidad, la gente se lanzaba a las puertas en espera de encontrar un asiento vacío. El asiento vacío se ha convertido con el paso de los años en una extensión del hogar: en el asiento uno come, se maquilla, estudia, duerme y, cada vez más seguido, uno se queja y lucha.