nota dieciséis

Antes que geógrafa cultural, yo soy italianista. No podría de hecho explicar mi interés hacia los estudios culturales urbanos sin dejar claro que fueron las descripciones de Turín en la obra de Cesare Pavese las que me hicieron entender cómo desde las humanidades se puede contribuir a los estudios urbanos.

Y aunque ya no tenga tiempo para permanecer al tanto de lo que se publica o no en Italia, o de cómo las nuevas tendencias en la península están “inquietantemente” marcadas por el espacio en la narración, hay veces que para recobrar el entusiasmo académico vuelvo a la tradición literaria en la que aprendí a leer*.

Por eso sentí la brusca (sí) necesidad de leer la tetralogía de La amiga estupenda escrita por Elena Ferrante. Antes de ir más allá de las impresiones sobre los primeros dos libros (estoy a la mitad, pues no puedo continuar leyendo sin atrasarme en las lecturas del doctorado), quisiera subrayar dos cosas. La primera es el impresionante éxito que ha tenido esta escritora, particularmente en los países de habla inglesa. La segunda es cómo las traducciones, particularmente si éstas son las que hacen que el libro tenga notoriedad, imponen lecturas a los originales.

Más que la prensa y la crítica italiana**, fue la obsesiva atención que los medios angloparlantes le dieron al libro, y los epítetos que le colgaron, lo que llamó mi atención. En Italia no deja de parecer extraño (particularmente a los que, conscientes de la riqueza de la producción literaria, no entienden cómo una escritora “tan sin mérito” haya logrado tanto respeto y tanta fama) el éxito de la tetralogía e innumerables son los artículos que exploran las razones (que si su traducción en inglés le da mayor fluidez, que si el hecho de que nadie sepa quién es Elena Ferrante, que si X, que si Y). La razón, me parece, es mucho más simple. Independientemente de los méritos de la obra***, la traducción al inglés fue hecha nada más y nada menos que por Ann Goldstein, una figura hecha y derecha en el mundo de la traducción y nada más y nada menos que editor en The New Yorker.  Den un buen (no extraordinario, no único) libro a la gente adecuada y verán cómo llueven los lectores.

El cómo las traducciones pueden imponer lecturas a los originales fue la segunda razón porque la que yo tenía que leer la tetralogía. En inglés a la tetralogía se le conoce también como “The Neapolitan Novels” y el epíteto se usa sin discreción. En italiano no. En italiano, la prensa se refiere (ía) a la tetralogía como “Volume secondo, terzo, quarto di L’amica geniale”. Es decir, es la traducción la que subrayó la evidente importancia de Nápoles como “ciudad escenario” en la trama de las novelas.

Aquí puedo detenerme a hacer un par de observaciones sobre los dos primeros volúmenes que he leído. La primera es que la universalidad de la trama, la intensidad de los personajes y el manejo de la puntuación explican en buena parte el gusto de los lectores. Las relaciones de amigos/enemigos que todos hemos tenido, el drama innecesario (pero de alguna forma inevitable) de las relaciones humanas, así como una narración ansiosa, llena de comas en frases breves, le dan una fuerza a la historia que evidentemente “engancha” al lector. La segunda es que el uso del lenguaje de la novela le da la razón a la crítica italiana snob que casi-desprecia**** la obra en su totalidad. Formulas hechas, repetitivas, y a veces francamente pobres, ponen en riesgo en muchas ocasiones la fuerza de la narración. Así sucede en los dos primeros volúmenes al menos. La tercera y última observación que ofrezco el día de hoy se refiere a la narración de Nápoles.

Qué maravillosa tesis será aquella que explore las mil y un maneras en las que se describe Nápoles en la tetralogía de La amiga estupenda. A través de movimiento, nombres propios que coinciden con la vida extratextual, costumbres, y expresiones en lengua local, Nápoles (pero también Pisa y estoy segura de que en algún momento también Turín) se convierte en el escenario natural (¿explicable?) de la historia de Lila y Lenú. Particularmente me conmovieron las descripciones del primer libro cuando se describe cómo Lenú sale de su barrio y va alrededor de Nápoles. El descubrimiento de la ciudad es, a mi gusto, el momento mejor logrado de las primeras dos novelas. Albricias extras a la descripción tan aguda de una jornada en la que Lenú debe tomar varios autobuses para ver a Lila.

Sí, ya sé que mis intereses de geógrafa cultural urbana aprecian mucho más esos momentos. Pero en verdad: tanto de la obra se versa en esos precisos momentos que no notarlo sería una necedad.

*como crítica, pues
** que me puede exasperar tanto como la mexicana
*** porque los tiene y en abundancia
**** creo que finalmente la crítica literaria snob está dándose cuenta que los días de “despreciar” lo popular están prácticamente contados

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